Hugo Vázquez-Veiga, Marta Rodríguez-Rodríguez, Igor Vázquez-Osorio, Olalla Figueroa-Silva. Departamento de Dermatología, Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela.
Las úlceras por presión (también llamadas úlceras de decúbito) son lesiones que se producen en la piel y en el tejido adyacente debido a la presión ejercida sobre la misma. Pueden aparecer a cualquier edad pero son más frecuentes en ancianos encamados de forma crónica.
En pacientes encamados o en silla de ruedas se produce un aumento de presión en las zonas de apoyo. Esto produce una oclusión de los vasos sanguíneos que provoca la falta de oxígeno en los tejidos y que lleva a la muerte (necrosis) de los mismos.
Se producen en zonas donde existen prominencias óseas. Se localizan en una u otra región según la posición en la que se encuentre el enfermo. Las localizaciones más frecuentes son: talones, glúteos, región sacra, caderas, parte posterior de los hombros y parte posterior de la cabeza.
Se clasifican en función de la profundidad a la que afectan. Según esto se distinguen cuatro grados.
Área enrojecida que no blanquea con la presión. La piel todavía está íntegra. El área lesionada puede presentar alteraciones en la temperatura, consistencia,…
Pérdida parcial del grosor de la piel que afecta a dermis, epidermis o ambas.
Pérdida total del grosor de la piel, incluido el tejido celular subcutáneo (la grasa).
La úlcera se extiende hasta músculo y hueso, pudiendo afectar a otras estructuras como tendones, articulaciones,…
El mayor riesgo que presentan es la infección. Los signos de infección son dolor, mal olor, secreción de pus, fiebre… Esta infección se puede extender a otros tejidos produciendo cuadros más graves como son la osteomielitis (es la infección del hueso) o la celulitis (es la infección del tejido subcutáneo que se presenta como un área de piel indurada, enrojecida y dolorosa). En ocasiones, la infección se puede extender a la sangre provocando un cuadro con una elevada mortalidad llamado septicemia o sepsis.
La mayoría de las úlceras por presión se pueden evitar si se siguen las siguientes recomendaciones:
Como ya se dijo previamente lo más importante es la prevención. Una vez que se produce la úlcera, el tratamiento dependerá del grado. En las de grado I bastará con aliviar la presión en la zona y con el cuidado local de la piel. En las de grado II, III y IV es necesario el desbridamiento del tejido necrótico, la limpieza y cuidado de la herida y la prevención y tratamiento de la infección.
El desbridamiento consiste en la eliminación del tejido no viable para así poder facilitar la curación. Según las características del paciente y del tejido a desbridar se elige la técnica más adecuada. Se puede hacer de forma quirúrgica (generalmente no es necesario realizarlo en quirófano) o química, es decir, utilizando substancias que destruyen el tejido necrótico. Estos tratamientos son complementarios entre sí y se pueden combinar.
La limpieza de la herida se realiza con suero fisiológico o con antisépticos (no yodados ni con derivados de mercurio). Posteriormente es necesario colocar un apósito que permita que el lecho de la úlcera se mantenga húmedo.
Todas las úlceras por presión están colonizadas por bacterias, lo que no quiere decir que exista infección. El diagnóstico de la infección es clínico (inflamación, dolor, mal olor, secreción de pus…). En el caso de que existan estos signos y síntomas es necesario recoger cultivos de la úlcera para identificar al germen responsable e iniciar tratamiento con un antibiótico que lo elimine, es decir, al cual sea sensible.
En úlceras de grado III o IV que no respondan al tratamiento convencional puede ser necesaria la reparación quirúrgica.
Las úlceras de grado I tardan en curar de unos días a una semana, las de grado II suelen en curar en un periodo entre cinco días y tres meses, las de grado III de uno a seis meses y las de grado IV entre seis meses y un año, pudiendo no llegar a cicatrizar totalmente.
Son lesiones que se producen debido al roce de la piel con el instrumental utilizado, dentro del ámbito sanitario, para el diagnóstico o con fines terapéuticos.
Según el instrumental empleado pueden afectar a una u otra zona corporal. Las regiones más afectadas son:
Debido a la presencia de cánulas nasales (utilizadas para el aporte de oxígeno) o sondas nasogástricas (son cánulas que se introducen a través de la nariz y llegan al estómago. Se utilizan para alimentar al paciente cuando no es posible por otros medios o para vaciar el contenido gástrico).
En pacientes intubados.
Por uso de sujeciones mecánicas (se usan en pacientes agitados para evitar que se dañen a sí mismos o a los demás).
Por cánulas nasales.
Por uso de cánulas nasales.
Debido a sondaje urinario.
Se debe restringir el uso del instrumental implicado a las situaciones en que sea estrictamente necesario. También son importantes los cuidados locales de la piel e identificar estas lesiones en etapas iniciales para así poder evitar su progresión.
El tratamiento consiste en la limpieza y cuidado de la úlcera y evitar, en la medida de lo posible, las causas. En el caso de existir tejido necrótico es necesario el desbridamiento del mismo. Si aparecen signos de infección (fiebre, dolor, secreción de pus, mal olor…) sería necesaria la recogida de cultivos de la úlcera para identificar al germen responsable y comenzar con el tratamiento antibiótico.
Generalmente son menos extensas y profundas que las úlceras por presión por lo que se resuelven en un plazo más corto de tiempo.
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