Nancy Rivas Tolosa, Rebeca Alcalá García, Sabrina Kindem Gómez. Servicio de Dermatología, Instituto Valenciano de Oncología
El carcinoma epidermoide o espinocelular es la segunda neoplasia de piel más frecuente después del carcinoma basocelular y representa aproximadamente el 20-25% de todos los cánceres cutáneos. Es una proliferación maligna de un tipo de células llamadas queratinocitos y suele aparecer en personas de piel clara con antecedente de exposición solar crónica, aunque se han identificado otros factores de riesgo. Este tipo de carcinoma exhibe un comportamiento benigno en la mayoría de las ocasiones, pero existe un grupo que requiere undiagnóstico y tratamiento de forma precoz para así evitar no sólo la destrucción local del tejido, sino su diseminación a los ganglios linfáticos regionales causando graves problemas de salud e incluso la muerte.
El carcinoma epidermoide tiene múltiples presentaciones clínicas como el queratoacantoma, la enfermedad de Bowen, el carcinoma epidermoide en piel expuesta y no expuesta a la radiación solar, el carcinoma epidermoide que se origina en cicatrices y el carcinoma verrucoso.
Sin embargo, su manifestación clínica más frecuente en fases tempranas es la presencia de una pequeña pápula, placa (Figura 1) o nódulo de color rosa o rojo (Figura 2) y con una superficie descamativa. Con el tiempo, la lesión puede ulcerarse, sangrar y formar una costra central con un borde elevado y duro.
Los lugares más comunes de aparición en personas de piel clara son: la cara, el cuero cabelludo con calvicie, las orejas, el cuello, la parte superior del tronco, los antebrazos, el dorso de las manos y las zonas pretibiales (en las mujeres). También aparece en el labio inferior (Figura 3) especialmente en pacientes fumadores. Por otra parte, en las personas con piel más oscura, los lugares más afectados incluyen: las piernas (úlceras no cicatrizadas), región anal y genital.
El diagnóstico de esta enfermedad se hace mediante la exploración clínica por parte del dermatólogo y debe ser confirmado por medio de una biopsia cutánea, la cual evalúa el compromiso local y el riesgo de encontrar enfermedad a distancia.
El tratamiento del carcinoma epidermoide demostrado por biopsia depende de muchos factores, incluyendo su aspecto microscópico, tamaño, profundidad, localización en la cara o el cuerpo y el estado global del paciente.
En general existen las siguientes opciones:
La supervivencia global a los 5 años tras la resección del carcinoma epidermoide es superior al 90% y la tasa de mortalidad es del 1%. En función del riesgo que presente el tumor (determinado por factores clínicos, patológicos y moleculares estimados por el dermatólogo), el seguimiento se realizará con visitas de control trimestrales durante los 2 primeros años, luego semestrales entre el 3er y 5to año y anualmente a partir del 5to
año de realizado el tratamiento.
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