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A pesar de que hay todavía muchos aspectos de la infección por SARS-CoV-2 que se desconocen, hay cada vez más estudios científicos que ofrecen un dibujo más acertado sobre este coronavirus. Una de las principales controversias que existe en torno a esta enfermedad es si los niños son supercontagiadores y si las medidas de distancia social, uso de mascarilla y lavado de manos se deben de llevar tan a rajatabla en las aulas y si serán suficientes hasta que esté disponible una vacuna. Varias investigaciones publicadas recientemente dan la respuesta a estas cuestiones sobre el coronavirus y ofrecen algo de luz a unos padres que ahora están pendientes de una ‘vuelta al cole’ en plena pandemia de coronavirus y que han escuchado en muchas ocasiones en estos meses que los niños son supercontagiadores.
¿Son los niños grandes transmisores de COVID-19?
Según una investigación coordinada por médicos del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, los niños transmiten menos el virus SARS-CoV-2 a los adultos que los adultos a los niños. A esta conclusión llegaron tras analizar los datos de 89 familias en las que sólo se registraron 3 casos originados por un menor. Los resultados “ofrecen un mensaje de tranquilidad” de cara a la vuelta al colegio según ha indicado el Dr. Pere Soler, jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas Pediátricas en dicho hospital.
Estos resultados están en la línea de los obtenidos en otros estudios que apuntan que “la transmisión de SARS-CoV-2 en los colegios puede ser menos importante en la transmisión comunitaria del virus de lo que inicialmente se había temido”, concluye otro estudio publicado en la revista Pediatrics.
No obstante, también es cierto que en las últimas semanas, los casos de COVID-19 en niños y jóvenes ha crecido tal y como ha advertido la OMS y que hay estudios que apuntan lo contrario a lo mencionado, es decir, que los niños son “propagadores silenciosos” al no presentar síntomas graves, pero sí transmitir la enfermedad. De hecho, un estudio, realizado por médicos del Hospital General de Massachusetts y publicado en Journal of Pediatrics, señala que se ha encontrado que la carga viral nasofaríngea en niños durante los primeros 2 días de síntomas fue significativamente mayor que la de adultos hospitalizados por enfermedad grave.
Esta investigación recoge también que solo el 51% de los niños con infección presentaba fiebre y que, si tenían síntomas por COVID-19, no eran específicos. Por este motivo, los autores insisten en la necesidad de implementar medidas de prevención en los colegios para evitar la transmisión de la infección a las familias.
Habrá que esperar a una mayor evidencia para conocer si los niños transmiten en mayor o menor medida la infección por SARS-CoV-2 que los adultos.
Una de las medidas que el Gobierno español ha implementado en esta pandemia es que los padres se puedan coger una baja laboral cuando alguno de sus hijos sea diagnosticado por esta infección, no para aquellos que se tengan que quedar en cuarentena por ser un contacto estrecho de un caso.
Sin embargo, esta baja podría ser más larga de lo esperable, tal y como recoge otro estudio realizado en 22 hospitales de Corea del Sur y publicado en JAMA Pediatrics. En este trabajo se muestra, tras examinar la evolución de 91 pacientes pediátricos, que se pudo detectar el virus en estos pacientes hasta 3 semanas después de su diagnóstico. Esto se observó en una quinta parte de los asintomáticos y en la mitad de los que habían tenido signos de coronavirus.
Los autores de este trabajo señalan que los niños podrían ser vectores de transmisión durante más tiempo, algo que no comparte otros médicos del Children’s National Hospital (EEUU) en un editorial que publica también esta revista. “Un positivo o un negativo en las pruebas no refleja infectividad, ya que algunos de los resultados positivos significan que se han encontrado fragmentos de material genético que no tienen capacidad para generar infección en otra persona” y depende de la prueba, el personal y el laboratorio. No obstante, este editorial también insiste en la necesidad de desarrollar políticas que ralenticen la tasa de transmisión viral en la comunidad.
¿Cualquier mascarilla es válida frente a la COVID-19?
Una de las medidas que existen para contener la transmisión del virus es el uso de mascarillas. Su empleo ha sido controvertido ya que, en un primer momento de la pandemia, no existía evidencia científica de su eficacia para contener la infección y la propia OMS no las recomendaba.
Posteriormente, en junio, cuando se contaba con más estudios al respecto, la OMS modificó sus recomendaciones y señaló que los gobiernos deberían alentar al público general a usar mascarillas en situaciones y entornos específicos como parte de un enfoque integral para interrumpir la transmisión del SARS-CoV-2.
De hecho, se ha establecido, a través de estudios con modelos matemáticos, otros en animales e investigaciones que han usado otras técnicas, la capacidad que tienen las mascarillas para protegernos del coronavirus.
Según estos trabajos, el número total de muertes e infecciones disminuye a medida que aumenta la disponibilidad y efectividad de las mascarillas faciales. Es decir, las FFP2 son las que más protegen junto con las N95, pero aún utilizando mascarillas quirúrgicas, higiénicas o de tela se evitarían un buen número de infecciones. El principal beneficio se obtiene a nivel comunitario, al no saturar hospitales con tantos ingresos y también al minimizar el riesgo de contagio en personas vulnerables: ancianos, personas con cáncer, etc.
Además, otro estudio reciente, publicado en Journal of General Internal Medicine, ha sugerido un beneficio no solo para la sociedad sino para el propio usuario de mascarilla, ya que se ha visto que el empleo de mascarillas puede ayudar a reducir la cantidad de virus inhalado por lo que el afectado puede tener una infección más leve o asintomática.
No nos olvidemos de las manos
Por este motivo, es importante que ‘la vuelta al cole’ se haga con mascarilla, pero no es la única medida: el lavado de manos es muy importante para no propagar la infección.
Aunque hoy, después de varios meses de pandemia, tenemos mucho más claro que lavarse las manos puede salvar vidas, esto es algo que demostró el cirujano y obstetra Ignaz Semmelweis en 1847 en el ámbito hospitalario. Desde esa fecha, se extendió esta medida en entornos sanitarios y cada vez más entre la población.
Actualmente, el lavado de manos es una de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para reducir el riesgo de contagio por coronavirus y que debe llevarse a cabo con agua y jabón o con geles hidroalcohólicos.
Para evitar la aparición de eccemas por el lavado frecuente de manos o por el empleo de geles hidroalcohólicos, que pueden darse sobre todo en niños con algún problema dermatológico, los dermatólogos recomiendan secarse bien las manos después de los lavados y aplicarse crema hidratante.
La distancia social y el uso de mascarillas van orientadas a la misma idea: reducir el riesgo de contagio por inhalación del virus. Si al principio de la pandemia se pensaba que el SARS-CoV-2 sólo se transmitía a través de fómites (superficies contaminadas) y gotículas emitidas a través de la tos o estornudos (que caen al suelo dentro de uno o dos metros de distancia), ahora se sabe que existe otra vía de transmisión, la de aerosoles: pequeñas moléculas emitidas al hablar o estornudar pero que pueden permanecer en el aire durante minutos u horas, así que habría que tener especial cuidado en entornos cerrados no ventilados.
En las aulas será fundamental realizar una ventilación frecuente de los espacios cerrados, evitar que niños con fiebre u otros síntomas acudan a las clases, llevar a cabo limpieza frecuente de las superficies y lavado de manos tanto en el profesorado como en el alumnado y, como no, el uso de mascarillas.