¿Por qué ir al dermatólogo?
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18 agosto, 2020La piel es el reflejo del alma y mantenerla cuidada es clave para retrasar su envejecimiento. Para ello, además de seguir una dieta equilibrada o utilizar los productos adecuados para una mejor salud cutánea, la práctica de ejercicio físico nos ayuda a que nuestra piel se mantenga tersa y joven durante más tiempo.
“Lo primero que aporta el ejercicio a nuestro cuerpo es salud física y mental, porque hace que mejore nuestra circulación sanguínea en las capas de la piel, ya sea el tejido celular subcutáneo, dermis o epidermis y además colabora en una mayor regeneración celular”, afirma el doctor Vicenç Rocamora, dermatólogo y presidente de la Sección Balear de la AEDV.
La actividad física protege del daño oxidativo (inflamamos primero y desinflamamos después), ralentizando así la aparición de arrugas o el deterioro de la piel, previniendo de esta manera su envejecimiento, siempre evitando factores externos agresivos como la radiación solar.
El deporte vigoroso de corta duración funciona como un antinflamatorio, disminuyendo la inflamación sistémica que puede haber en nuestra envoltura cutánea. Además, al sudar expulsamos toxinas nocivas para nuestro cuerpo, por eso es beneficioso para algunas patologías. El deporte también nos ayuda a descansar mejor, lo que a la vez hace que psique y piel se compenetren y todo ello retrase el envejecimiento.
Pero el deporte tiene un enemigo: los factores externos a los que nos enfrentamos cuando practicamos ejercicio al aire libre.
Como afirma el doctor, “el envejecimiento de la piel se acentúa con una exposición prolongada a las radiaciones solares y a temperaturas, haciendo que se puedan activar las metaloproteinasas, encimas que degradan el colágeno y el tejido elástico, provocando que la piel envejezca más rápido, generando más arrugas y derivando en problemas de cáncer de piel si tenemos una exposición continuada sin fotoprotección” debido a las mutaciones que se provocan sobre el ADN y a la mínima inmunosupresión que nos provoca.
Por ello, debemos tener una rutina para el cuidado de la piel, tanto antes del ejercicio físico (aplicando vaselina o emolientes en zonas de roce) como después, además de evitar las horas en las que las temperaturas y la radiación ultravioleta sean más fuertes, intentando practicarlo en la franja más temprana o más tardía del día. Además, debemos usar ropa adecuada, esta juega un papel fundamental, ya que es clave para proteger la piel de la exposición solar y factores externos, ayudándonos a evitar ese envejecimiento prematuro. No olvidemos también que deberemos escoger ropa que no nos provoque problemas cutáneos con la fricción.
Hoy en día “es mejor hacer ejercicios intensos nadando, en bici o en el gimnasio, de unos 40-45 minutos y, si uno quiere adelgazar, hacer un ejercicio más prolongado y menos intenso, en torno a una hora y media, sumado a una dieta adecuada”, afirma Rocamora.
La natación en piscina o en el mar con traje de neopreno, el surf, el ciclismo, el esquí o el montañismo son los ejercicios más beneficiosos para nuestra piel, ya que vamos más protegidos con ropa, los realizamos en interior o es más fácil proteger las áreas expuestas, por ejemplo, con los fotoprotectores, no olvidando usar unas gafas de sol adecuadas siempre que sea posible. Sin embargo, debemos tener cuidado con aquellos que realizamos en verano, como el pádel surf, vela, etc. ya que recibimos la exposición solar sumada a la exposición que el mar nos devuelve como si fuera un espejo.
En líneas generales, un ejercicio bien reglado, teniendo en cuenta los factores externos que acentúan el envejecimiento, posee muchos más beneficios que desventajas para ralentizar el envejecimiento prematuro de nuestra piel. De hecho, hay estudios que demuestran que realizar deporte disminuye el índice de depresiones y de ansiedad, y estos factores se ven reflejados en nuestra piel.
A pesar de que el envejecimiento de la piel es inevitable a cierta edad, la práctica de ejercicio físico protege a las células del daño oxidativo, factor clave que interviene en el envejecimiento. Y es que una piel sana es sinónimo de un cuerpo sano.