“Lo más problemático es la falta de conocimiento sobre la urticaria crónica”
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4 noviembre, 2020Es una verdad reconocida que la comunicación fluida entre médico y paciente resulta beneficiosa para el tratamiento de la enfermedad. Ahora, en dermatología, y con las condiciones impuestas por la pandemia, la importancia de esta relación ha ganado muchos enteros, dada la angustia y el aumento de las dudas generadas por el aislamiento entre los enfermos psicológicamente más sensibles.
Varias afecciones dermatológicas tienen imbricaciones psicológicas significativas cuya importancia, en ocasiones, llega a ser tan importante, incluso más, que la propia clínica de la enfermedad. La psoriasis y el acné aportan experiencias constatadas por muchos dermatólogos en sus consultas. Algunos pacientes, incapaces de convivir con su dolencia, se han situado (y a veces traspasado) en los umbrales del aislamiento social y de la depresión.
Estos enfermos precisan y agradecen siempre el apoyo moral que el dermatólogo puede proporcionarles en su consulta y ahora, en esta situación excepcional, a través de la vía telefónica. Apoyo que siempre contribuye decisivamente a reforzar la confianza y al rigor en el seguimiento de las prescripciones, algo muy valioso cuando los tratamientos son incómodos o prolongados en el tiempo. Esta confianza es, además, el antídoto más eficaz frente a la oferta de productos y terapias supuestamente milagrosos.
Es cierto que el dermatólogo no es un psicólogo, pero todos estamos agradecidos a quienes, en momentos difíciles, han tenido la generosidad de escucharnos. También existe el sentido común para orientar hacia el psicólogo aquellos casos que lo precisan. Tanto en una como en otra situación, la relación de confianza entre médico y enfermo es importante. Sobre todo, en momentos como los actuales, cuando la pandemia ha agudizado la sensación de angustia entre los más vulnerables.