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11 febrero, 2016La urticaria se define por la aparición brusca de habones, angioedema o ambos. El habón, también llamado roncha, consiste en una mancha sonrosada sobre-elevada de tamaño variable, con dos características principales: el picor y el curso evanescente, entendiéndose como tal, la tendencia a desaparecer sin dejar señal en menos de 24 horas. El número y la distribución corporal de las lesiones puede ser muy variable de un paciente a otro, y en un mismo paciente a lo largo del tiempo. El angioedema, por el contrario, es una lesión más profunda e infiltrada y tarda más tiempo en resolverse (hasta 72 horas).
La urticaria se clasifica en función de la duración del proceso en aguda (cuando dura menos de 6 semanas) y crónica (cuando dura más tiempo). La urticaria crónica, a su vez, se clasifica en inducible o espontánea en función de la existencia o no de estímulos físicos implicados en el desencadenamiento de las lesiones. En un mismo paciente pueden coexistir ambas. Las inducibles, también denominadas físicas, se pueden clasificar en función del estímulo físico responsable (traumatismo, presión continua, frío, calor, radiación ultravioleta, vibración, etc).
La urticaria puede afectar tanto a niños como a adultos.
Tiende a desaparecer espontáneamente con el tiempo, aunque son posibles las fases de empeoramiento, a veces en relación con circunstancias concretas (conocidas como desencadenantes o agravantes) como el estrés o los antiinflamatorios. Se ha observado que en el 70% de los pacientes, se resuelve en menos de 1 año. En el resto puede durar más tiempo. De hecho, en el 11-14% puede durar más de 5 años. Se ha observado que los casos más duraderos son aquellos con cuadros más severos.
Es importante destacar que, si bien no comporta riesgo vital (ni siquiera en aquellos casos en los que se asocia a angioedema), el impacto en la calidad de vida es muy elevado. El prurito intolerable, entre otros muchos motivos, se puede traducir en ansiedad, depresión y deterioro en las relaciones sociales, de pareja, pérdida de productividad, falta de sueño, etc.
El diagnóstico es clínico, y en la mayoría de los casos no se justifica realizar de forma indiscriminada pruebas complementarias extensas. En pacientes con urticarias inducibles se deben realizar pruebas de estimulación específicas. Recientemente se han desarrollado herramientas para determinar la actividad y el control de la enfermedad y el impacto en la calidad de vida, muy útiles para el especialista.
Aunque la urticaria no es un proceso alérgico y por tanto, las pruebas alérgicas, en general, no son necesarias, a veces, ciertos tipos de alergia por alimentos u otras sustancias (las llamadas alergias de tipo I mediadas por IgE,), se pueden manifestar con lesiones muy similares. El especialista identificará cuales son los pacientes candidatos, por la historia clínica, a hacer un estudio de alergia. Es importante, reconocer también que una determinada alergia puede co-existir con un cuadro de urticaria crónica (en un mismo paciente se pueden dar simultáneamente ambas circunstancias) sin que exista necesariamente una conexión.
El tratamiento de elección son los antihistamínicos modernos no sedantes (loratadina, desloratadina, cetirizina, levocetirizina, rupatadina, bilaxtina, ebastina). Si no se objetiva respuesta se puede incrementar la dosis. Si no se objetiva mejoría, se inicia el tratamiento denominado de tercera línea que consiste en asociar al antihistamínico a la dosis aumentada, uno de los siguientes cuatro: omalizumab, ciclosporina A, montelukast o corticoides orales (estos últimos solo en pautas cortas).
Se desaconseja el uso de antihistamínicos sedantes (como la hidroxicina).