Cuidar las manos
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1 marzo, 2019Las cicatrices tras un procedimiento quirúrgico son habituales en un buen número de personas. La forma en que cicatriza cada individuo varía y también el resultado. Hasta no hace mucho, había pocas opciones para evitar que el paso por quirófano dejase una huella de por vida en la piel del paciente. Sin embargo, la mejora en las técnicas de dermatología estética está permitiendo que tras una herida se minimice su rastro en la piel.
Las cicatrices se producen en miles de pacientes cada año. El tejido cicatricial puede generar dolor y picor, junto con problemas funcionales y cosméticos que mermen la calidad de vida del paciente. El ejemplo principal de dichos trastornos es el queloide.
El láser puede generar una mejora de la cicatrización ya que puede regular los mecanismos de reparación de la piel por el efecto térmico. Al generar la activación de diferentes tipos de citoquinas, incluidas las proteínas del estrés (heat shock protein), modificar los factores beta de crecimiento y de las metaloproteinasas, el láser modula el proceso inflamatorio y cicatrización.
Por este motivo, desde hace algunos años, se está utilizando la aplicación del láser en las cicatrices quirúrgicas formadas hace tiempo para intentar reducir su impacto. Esta tecnología ha permitido una mejora considerable sobre los procedimientos que existían previamente y que consistían en optimizar las técnicas quirúrgicas, comprimir la zona intervenida o vendar la herida.
Sin embargo, cada vez son más los dermatólogos que observan mejores resultados cuando se aplica precozmente. Aunque existen numerosos estudios que muestran su eficacia en la regulación del proceso de cicatrización, no existe un consenso sobre cómo estandarizar este tratamiento: cuándo aplicar el láser y qué tipo de láseres combinar. Para intentar establecer un protocolo idóneo, dermatólogos de Alemania y Dinamarca han llevado a cabo un ensayo controlado y aleatorio con 32 pacientes y cuyos resultados han sido publicados recientemente en la revista British Journal of Dermatology (BJD).
Procedimiento del estudio
En este caso, se decidió realizar a cada paciente tres sesiones de láser fraccionado no ablativo (NAFL, según sus siglas en inglés). Este tipo de láser, a diferencia de otros, crea un efecto terapéutico con ninguna o escasa afectación de la epidermis, lo que conlleva la ventaja de una menor tendencia a formar costras, enrojecimiento prolongado, o trastornos de la pigmentación en el área tratada.
Los pacientes que fueron aceptados para participar en este estudio presentaban una lesión que debía ser extirpada ya que había sospecha de lesión premaligna o cáncer de piel no melanoma y debía estimarse que el tamaño de la herida sería de al menos 2,5 centímetros. Ninguna persona que tuviera en su historia clínica antecedentes de formación de queloides, enfermedad sistémica inestable, estuviera embarazada, hubiera estado expuesta recientemente al sol o tuviera infección en la zona de la lesión fue admitida como candidata al tratamiento con láser.
El protocolo terapéutico que se estableció constaba de tres fases: láser antes de extirpar la lesión (en la zona externa a la lesión), otra sesión después de eliminar los puntos y la tercera seis semanas después de la cirugía. La segunda y tercera sesiones de láser se dieron sólo en la mitad de la cicatriz, para poder comparar su evolución con la otra mitad no tratada.
Las evaluaciones de los pacientes se llevaron a cabo a los tres meses a través de diferentes escalas como la de valoración de la cicatriz observada por el paciente (POSAS) y la Escala de Cicatrices Vancouver (VSS). Con ellas se valoró la pigmentación, vascularización, superficie, flexibilidad, relieve y grosor en cada una de las mitades cicatriciales de cada paciente. Se pidió la opinión tanto a los pacientes como a dos dermatólogos, que vieron imágenes de la herida realizadas con una cámara fotográfica.
Conclusiones
Los resultados del estudio muestran que la zona de la herida tratada con láser estaba mejor que la no tratada en el 63% de los pacientes. No se encontraron diferencias significativas en un 26% de los casos y en un 10%, la zona sin tratar parecía que estaba mejor que la que había recibido láser.
“El efecto clínico del tratamiento con NAFL fue sutil, pero consistente […] La posible explicación a las diferentes encontradas en los pacientes puede explicarse por factores inter e intraindividuales como la localización y tipo de herida o por la reacción de cada persona a la respuesta de citoquinas inducida por el láser. La región anatómica que mejor respuesta tuvo al láser fue la torácica [en comparación con la cabeza/cuello y extremidades], y el mayor efecto se dio en las cicatrices más graves”, explican los autores de este estudio.
Estos especialistas señalan también que quizás el tiempo de valoración es demasiado corto. Varios estudios han mostrado que todo el proceso de remodelación generado por el láser puede durar hasta un año, y que hasta que pasara ese tiempo no se vería el efecto real del láser.
“Concluimos que el tratamiento con láser en tres fases ofrecido de forma precoz en la herida puede mejorar la formación cicatricial”, concluyen los autores de este trabajo.
Katrine Togsverd-Bo, del departamento de Dermato-Venereología del Hospital Bispebjerg, en Copenhague (Dinamarca), señala en un comentario publicado en el último número de BJD que “este trabajo ofrece evidencia de que el tratamiento con láser puede considerarse en pacientes seleccionados que tienen planificada una cirugía y en riesgo potencia de sufrir cicatrices desfigurantes en el tronco”.
Otros autores abogan también por la aplicación precoz de láseres vasculares (o en combinación con el NALF) para regular, además del proceso de proliferación de los fibroblastos, la angiogénesis. Esto es la formación de los vasos sanguíneos que pueden nutrir el exceso de tejido cicatricial y aumentar la probabilidad de formación de un queloide o de una cicatriz hipertrófica.
“El uso de láseres fraccionados ha supuesto efectivamente un antes y un después en el concepto de la cicatrización. Su empleo precoz permite dirigir el proceso cicatricial (laser-assisted scar formation) y reducir el riesgo de que se forme una cicatriz hipertrófica o un queloide sin prácticamente riesgos para el paciente”, explica el Dr. Didac Barco, dermatólogo de la AEDV.
Este especialista señala que “otros autores abogan también por la aplicación precoz láseres vasculares (o en combinación con el NALF) para regular, además del proceso de proliferación de los fibroblastos, la angiogénesis. Esto es la formación de los vasos sanguíneos que pueden nutrir en exceso el tejido cicatricial y aumentar la probabilidad de formación de un queloide o de una cicatriz hipertrófica. No hay duda de que el uso precoz de los láseres fraccionados, en combinación con los vasculares, están cambiando el enfoque del tratamiento de las cicatrices a favor de una actuación temprana en vez de esperar pasivamente a que finalice el proceso de cicatrización como se hacía antiguamente”, concluye el Dr. Barco.