Todo sobre la piel
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25 octubre, 2016Mucho se ha escrito sobre el impacto del hábito de fumar sobre la salud. Pero el protagonismo de las repercusiones más graves (especialmente, el cáncer de pulmón) ha provocado que se hable bastante poco de los efectos, también importantes, sobre otros órganos del cuerpo humano.
Así ocurre, por ejemplo, con los aspectos referidos al cuidado de la piel, sobre los que el tabaquismo ejerce una influencia claramente negativa, tanto en el ámbito estrictamente clínico como en el estético.
Los fumadores de una cierta edad recordarán cómo el tabaco se erigía en acompañante habitual (hasta constituir casi un rasgo distintivo) de los principales héroes del celuloide, desde el sheriff defensor de la ley en el western hasta el sagaz detective del cine negro. Sin embargo, la realidad, en el ámbito de la salud, es radicalmente distinta.
Por lo que se refiere al cuidado de la piel, el tabaco incentiva su envejecimiento y la aparición de arrugas prematuras.
La nicotina es también dañina para las fibras y la textura de la piel, además de provocar manchas amarillentas que afean los dedos que sostienen al cigarrillo y que delatan gráficamente a los fumadores.
Sería prolijo enumerar los efectos negativos del tabaco que, por otra parte, han sido tan publicitados que la relación vendría a cansar al lector.
Aunque existen razones evidentes que aconsejan abandonarlo, cuando menos, minimizar el hábito de fumar, tampoco se trata de demonizar a los adictos del tabaco.
Hay que ser positivos e inscribir la renuncia al placer de fumar en el contexto de un estilo de vida saludable, a la postre mucho más placentero.
Si se coloca la adicción al tabaco en una balanza, ponderando sus ventajas e inconvenientes, observará cómo los segundos superan ampliamente a las primeras.
Y, como la vida, es un proceso de elección continuada, hay que obrar en consecuencia. Procurando saborear al máximo la alegría que proporcionan las decisiones racionales.