¿Influye el sol cuando estamos en tratamiento con algún medicamento?
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17 julio, 2020En la llamada “nueva normalidad”, llega también el nuevo verano, con unas consecuencias para la piel muy singulares.
El estado de la piel y el comportamiento en las playas presentan notables diferencias respecto a años anteriores. A la necesaria protección frente al sol deben añadirse ahora las precauciones para evitar el contagio por el COVID-19.
Tras un largo periodo de confinamiento en espacios cerrados, la piel debe ser especialmente protegida en su reencuentro con los espacios abiertos, especialmente si se decide tomar el sol en la playa.
Debemos recordar, una vez más, que, dependiendo de nuestra actitud, el sol puede ser un magnífico amigo o un enemigo terrible.
Si se toman las debidas precauciones, la radiación solar facilita a nuestro cuerpo la sintetización de la vitamina D, fundamental para el reforzamiento óseo y la prevención de patologías como la osteoporosis y nos va a ayudar a mejorar nuestro estado de ánimo.
Si se descuidan las medidas protectoras, los daños pueden ir desde la simple, pero molesta quemadura, hasta un cáncer de piel.
El reto, en estos duros momentos de pandemia, consiste en la búsqueda de un equilibrio que aproveche los beneficios que nos suministra la radiación solar y nos proteja de los riesgos.
Y todo ello, en el contexto de la necesidad de una prudencia extrema para impedir la propagación del temible COVID-19 que, no lo olvidemos, sigue al acecho.
El nuevo verano constituye también una buena oportunidad para reponerse de los impactos negativos derivados del reciente confinamiento.
En algunos casos, se han producido situaciones de estrés, ansiedad e, incluso de angustia, que también tienen su reflejo en la piel.
Ahora es también el momento para recuperar una dieta equilibrada y unos hábitos de vida saludables, empezando por un ejercicio físico acorde con las condiciones físicas de quienes lo practiquen.