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19 enero, 2023En estos días, muchas personas se afanan en analizar su comportamiento durante el año que ahora termina, con el loable propósito de enmendar los errores cometidos y recuperar las buenas costumbres perdidas. Es la hora del balance que, en el umbral de un nuevo año, aparece como el prólogo de una vida nueva donde, en el mundo ideal de los buenos deseos, sólo existe espacio para lo bueno, y lo malo, por una y soñada vez, es derrotado estrepitosamente.
En el ámbito del cuidado de la piel, hay que saludar con sano optimismo la confección de este balance, ya que las buenas acciones suelen estar precedidas de una intención ilusionada. Además, este balance puede resultar particularmente útil al final de un año donde todavía no se ha recuperado del todo la ansiada normalidad y tienden a confundirse los deseos con la realidad.
En el recuento de nuestras acciones, deberemos destacar si hemos sido constantes en las rutinas que favorecen el buen estado de nuestra piel, como la suficiente hidratación, el equilibrio en la dieta, el ejercicio físico adecuado a nuestra edad y la eliminación de hábitos nocivos, como el estrés o el consumo de alcohol y tabaco. Particularmente importante es considerar si la ruptura de costumbres, que la pandemia ha impuesto a muchas personas. ha afectado a la necesaria visita periódica al dermatólogo y a poner de inmediato en su conocimiento cualquier alteración observada en la piel.
Respecto a los buenos propósitos relacionados con el cuidado de la piel, resulta aconsejable ser modesto en los planteamientos y riguroso en la ejecución de lo proyectado. Tenemos que ser conscientes de nuestras limitaciones y ser muy concretos a la hora de fijar objetivos, porque las ilusiones desmesuradas acaban siendo sinónimo de sonoros fracasos. Asegurar la hidratación y la vigilancia cotidiana de la piel, junto a una comunicación adecuada con el dermatólogo, podría constituir un buen punto de partida para el año que está a punto de comenzar.