“Queremos conocer la realidad de los niños con hemangiomas”
15 febrero, 2018Cuidar la piel en primavera
2 abril, 2018Todos hemos admirado (y, en ocasiones, añorado) el excelente ojo clínico de muchos médicos generalistas del medio rural que, sin apenas medios, eran capaces de diagnosticar certeramente enfermedades, incluso complejas, y encaminarlas hasta el especialista adecuado. Es seguro que en tales aciertos influía notablemente su empatía y conocimiento de los hábitos de vida, debilidades y fortalezas de sus pacientes, lo que propiciaba una visión global, muy beneficiosa para dar con el tratamiento adecuado.
La especialización ha supuesto un gran avance médico que no puede discutirse. Pero un buen especialista (en este caso, el dermatólogo) no debe perder nunca de vista los beneficios que reporta ganarse la confianza del enfermo, sobre todo de cara a la efectividad en el cumplimiento de las prescripciones.
En este contexto, las investigaciones dermatológicas muestran un creciente interés por la influencia de factores alimentarios sobre determinadas patologías, como el acné, el cáncer cutáneo, la urticaria o la psoriasis. Se trata de un reto apasionante, al que todavía le queda un largo camino por recorrer y que se suma a los estudios sobre los posibles impactos negativos de algunos hábitos bastante extendidos en la sociedad actual, como el consumo de alcohol y tabaco.
Hoy vuelven a ponerse de moda aforismos como “somos lo que comemos” o el latino “mens sana in corpore sano”, lo que demuestra que la sabiduría acumulada por la experiencia resiste magníficamente el paso de los años y hasta de los siglos. Conviene tenerlo presente a la hora de la relación con los pacientes y también de las prescripciones y los tratamientos.