Rebeca Alcalá García, Nancy Rivas Tolosa, Sabrina Kindem Gómez. Servicio de Dermatología, Instituto Valenciano de Oncología (Valencia)
El carcinoma basocelular es el cáncer de piel más frecuente. Se origina de las células pluripotentes de la capa basal de la epidermis. Representa el 75% total de los tumores malignos cutáneos.
El principal factor de riesgo responsable es la exposición crónica a la radiación ultravioleta, tanto de origen solar como por lámparas de bronceado. Otros factores de riesgo que se han implicado en su aparición son: la exposición a radiaciones, el contacto con arsénico, algunos trastornos genéticos que predisponen al cáncer cutáneo (síndrome de Gorlin o xeroderma pigmentoso) y los fármacos inmunodepresores que se emplean en transplantes.
Aunque cualquier individuo con antecedentes de exposición solar crónica puede desarrollar un carcinoma basocelular, las personas de piel blanca y cabello rubio o rojizo y ojos claros tienen mayor riesgo. La edad más frecuente de presentación es a partir de los 50 años aunque debido a la exposición solar a edades tempranas, están aumentando los casos en personas más jóvenes.
El carcinoma basocelular puede aparecer en cualquier localización. Sin embargo, lo más frecuente es que se desarrolle en zonas expuestas a la radiación solar, especialmente, cabeza y cuello.
Se distinguen varios subtipos principales en función de la forma clínica de presentación:
Nódulo de color rosado o perlado, a menudo con vasos sanguíneos visibles que aparece en la cara o el cuello. Puede sangrar y formarse una costra en su superficie. También puede tener pigmento y confundirse fácilmente con un lunar. (Figura 1)
4.2. Carcinoma basocelular superficial
Placa rojiza o marronácea en espalda o en el pecho de borde sobreelevado y crecimiento lentamente progresivo. Puede tener costras en su superficie y también pigmento. (Figura 2)
Cicatriz blanquecina de bordes mal delimitados con algún vaso sanguíneo en superficie. Aunque es un subtipo infrecuente, puede llegar a ser muy invasivo con gran extensión subclínica (Figura 3).
Ante una lesión o úlcera persistente que sangra y no cicatriza o cualquiera de los síntomas o signos anteriormente citados que le preocupen.
Después del examen clínico, se requiere la realización de una biopsia para confirmar el diagnóstico mediante estudio histopatológico.
Existen diferentes tipos de tratamientos en función del subtipo de tumor, localización, tamaño y profundidad. Así mismo, la elección también depende del estado general del paciente y el resultado cosmético esperable del tratamiento. El tratamiento debe de ser individualizado.
Cuando son tratados a tiempo, el pronóstico es excelente. En cambio, los tumores persistentes son más difíciles de tratar y presenta n mayores tasas de recurrencia con cualquier tipo de tratamiento. Aunque el carcinoma
basocelular rara vez produce metástasis, si no se trata, puede presentar un crecimiento progresivo con invasión y destrucción de los tejidos circundantes.
Las recidivas tumorales ocurren con mayor frecuencia durante los tres primeros años tras el diagnóstico. Además, las personas que ya han tenido un carcinoma basocelular presentan un mayor riesgo de desarrollar otro a lo largo del tiempo, ya sea en la misma localización como en otra región corporal, y presentan una mayor probabilidad de desarrollar otros tipos de cáncer cutáneo. Por tanto, se recomienda seguir un control dermatológico (algunas guías recomiendan cada 6 meses durante los tres primeros años tras el diagnóstico y, posteriormente, una revisión anual). Se recomienda explorar tanto la zona tratada con anterioridad como el resto de la superficie cutánea
Es imprescindible insistir en la autoexploración cutánea y el uso de protectores solares como pilar fundamental del seguimiento.
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